domingo, 31 de enero de 2010

BOLEROS PARA EL ALMA


Por algunos años de mi vida había renegado mi 'herencia' latina, y es que ya no podía seguir negándola: la piel morena me delata. En el momento en que me di cuenta que no tenía tez traslúcida ni ojos claros empecé a dejar espacio para lo que antes no había tenido espacio en mi vida: la música latina. Sí, pero en especial las rancheras y los boleros, como los que ponía mi tía al quedarse viuda. Le tomé el gusto a las canciones tristísimas de los latinoamericanos, los gemidos y alaridos de amor que pareciera que vienen directo desde 1600. Esa mezcla de la cultura prehispánica, cargada de simplicidad y excesos brillantes; más las supercherías españolas (entre ellas el catolicismo) y como toque final los tambores negros. 
No sé si se han dado cuenta de que los aborígenes siempre que los pasan en la tele están tristes, en condiciones infrahumanas, pero esos ojos, esos ojos oscuros y achinados como mirando en el horizonte lo que ya perdieron; eso es lo que me recuerdan los boleros y la rancheras. Pienso que esas tragedias sociales las cubren con las tragedias de amor, a las que todos pueden sentirse identificados, pero a la vez, piensan en sus casa, en su madre pobre, luchando día a día por un peso.
Mi preferida en los boleros es La Lupe, es una manera diferente, una voz fuerte de mujer endurecida por las cosas de la vida. Ay, Guadalupe. 
En las rancheras, Chavela Vargas: la favorita de Pedro Almodóvar, también. Es una señora viejísima, que ha vivido de todo y se le nota en la cara. Excesos de tequila y tabaco, como los meros machos de la canción ranchera.




Rosi.

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