domingo, 11 de abril de 2010

A VECES ODIO A LA GENTE
en especial la gente venezolana.

Estaba tratando de dormir una siesta, ya que en la mañana me desperté como si una aplanadora me hubiera pasado por arriba, pero lo único que pude hacer es escuchar la música de una fiesta de carajitos en el edificio de al lado. Sin mentirles, la música estaba más fuerte que cualquier otra fiesta que han hecho por los alrededores de mi casa. No sé si aquí en Caracas hay un límite de decibeles para fiestas, pero sé que excedieron los 80 decibeles y que le llevan una morena a los 100 decibeles. Casi me sangran los oídos.

Qué falta de respeto, hasta tengo nauseas y todo. La gente me da asco, o sea, ¿no pueden pensar alguna vez en alguien que no sean ellos mismos? Supongo que no. Hay días en los que quiero salir corriendo. Pero eso, desgraciadamente, no es lo peor. Lo peor es que se llama a la policía y no pasa nada, es como hablar con una pared. (Buenas tardes, señora pared)

Tengo nauseas, soy muy sensible a estas cosas me tienen la vida hecha cuadritos. ¿Saben qué quiero decirles?

Que son unos desconsiderados, que no respetan que es domingo y que algunos somos sensibles del oído. A quién se le ocurre poner el rayeton tan alto si es una fiesta de niños, por el amor a Cristo. Aquí no se puede descansar en paz, porque siempre hay una puta fiesta de mierda que le jode la vida a uno ¿QUÉ COÑO HICE PARA MERECER ESTO, AH? Chamo, pueden morirse ya sabemos que no son ni remotamente útiles a la sociedad. Desgraciados. Los odio, lo odio tanto... pero tanto tanto.

Creo que saldré a Farmatodo y estaré un rato, para alejarme de esta mierda.
Au revoir.
Deseame suerte.

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