Sally
-- ¿Sabes cuándo una amiga te quita el novio? Bueno, se siente así.
Hay momentos en los cuales la vida definitivamente no está de tu parte, tu quieres miel y te dan un golpe en la cara. Bueno, así se siente.
-- Una noche me dijo que le gustaban las rubias, obviamente, no lo soy. Que le gusta mi amiga, que quiere que se la presente. ¿Te acuerdas de Carol, la rubia? --mientras le contaba tuve escalofríos, mis tragedias quedaban al descubierto-- Ella. En realidad, Sally, me parece que no tengo suerte, de verdad.
Sally no tuvo palabras para darme apoyo. Saqué un cigarrillo de la caja y lo encendí, aunque sabía que no le gustaba este pequeño vicio -sin embargo siempre soporté sus miedos y su rechazo a mis pensamientos oscuros.
Le di una calada al cigarro y mientras exhalaba, sentía como mi alma se diluía entre el humo. Era una tarde bastante gris y ambas arrastrábamos los pies, casi perdiendo la fe. Supongo que entre su insomnio y mi depresión hacíamos un par perfecto.
-- Pero, no necesito a los hombres. No, no. Porque tengo una amiga como tú, que me escucha sin importa cuál sea el problema. Gracias, Sally.
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