Durmiendo con fantasmas
Los fantasmas pueden llegar a ser metáforas muy adecuadas para ese pasado infructuoso que te persigue. Yo puedo afirmar que algunos fantasmas me persiguen, en especial en las noches frías de jueves. O sea, estas sola, pero no... tienes a un poltergeist espiando tu vigilia y controlando tus sueños. Una sombra que opaca tu sonrisa, que se vuelve una mueca en el espejo. A cualquier mortal acostumbrado a la alegría podría llegar a parecer una imagen tenebrosa, sin embargo, hay otras maneras de ver la vida y, a veces, esta es la mía.
Mis fantasmas pueden llegar a convertir mi sonrisa en una mueca, sí; pero lo importante es que me llevan al filo de la vereda a contemplar el acantilado y pensar qué hay más allá, pensar en alguno de los dos, si alguien aparte de mi madre piensa en mí cuando no estoy. Vuelvo a ser una niña mirando la noche desde el balcón esperando que algo suceda... algo...
Es como quién compra el más hermoso teléfono, el más rojo y el más brillante de toda la tienda... pero sabe que nadie lo llamará, que está solo. Así se siente cuando la vida entera te rechaza. Tratar de llenar ese vacío emocional con objetos materiales que no amortiguaran tu caída hacía el precipicio. Y tú lo sabes, por eso tu piel se torna de gallina al leer estas palabras.
Mi mundo es azul y gris y los fantasmas acompañan mi sueño.
OMG! i love it!
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